Sentada en la arena, la vista fija al mar casi al horizonte, meditaba; poco a poco fui sintiendo la presencia de un ser superior, místico, poderoso, fuerte, invencible.
Me sentía mínima ante tanto poder, que emanaba de las fuerzas del mar, una vez sobrepuesta a ese fenomenal suceso y en suspenso a que pasaba, el se presenció ante mi:
¡Poseídon! el Dios que reina sobre el mar y cuyo dominio se extiende con todo aquello que sea acuático; aguas, corrientes y lagos.
Mirándome me dijo;
-Porque una sirena como tu no esta en el lugar correspondiente?
Admirada en su pasión descoordinada, le respondí:
- Soy de los ríos, vine a ver tu mar, recuerda que los ríos tienen su propia divinidad.
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