Nos
citamos en el parque, era una tarde muy agradable, fresca, de un
sol brillante, recuerdo que no hacia el calor propio de esos días
relativos al verano, esa sensación de clima acogedor y natural era
más bien consecuencia de los tantos arboles que embellecían el
parque, alcanzaba a ver a través de mis lentes oscuro un gran
resplandor solar que iluminaba todo, maravillando la verde
naturaleza.
Sentados
en el banco de hierro le dije; No se que me pasa Myrtou pero estoy
comenzando a quererte; así fue mi atrevimiento aquella tarde de sol
y sombras, entonces tu con la tranquilidad, buen juicio, aplomo,
serenidad y don de mando, me dijiste así; No pienses en mi como
para una relación de amor entre un hombre y una mujer, entre otras
dificultades, nuestra distancia, para mi eres una amiga no más que
eso.
Ya
pueden imaginar como me sentí...el doble influjo de aquella
mirada ultaterrena de Myrtou, todo se confundía y asemejaba al mismo
tiempo, entre la vergüenza y la desvergüenza, me levante, camine con
tranquilidad, el me dejo partir y me aleje para pensar como sobrellevar
mi desastre.
Camine
unos pasos, de repente sentí mi corazón fragmentarse en miles de
miles de despacito que iban llenando el parque, los jardines, los
arboles, las ramas, los tallos y se elevaban luego cual papagayo
multicolor por el cielo. !Hay mi dolor de un día! Que me has hecho
amor, como en instantes me llevaste a esa despedida final.
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En cada leyenda hay siempre un fundamentas de verdad ...
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