jueves, 9 de noviembre de 2017

Escombros

Desciende ahora 
la amarga lluvia del recuerdo
Se ha derrumbado el sueño que construimos
No era posible tanto amor y tanta dicha
para seres pequeños como nada

Anda suelta en los ojos la tristeza
y vamos ya camino del olvido
que no es estar donde antes estuvimos 
y no ser sino niebla y escombros

El araguaney y las guamayas

Salí de casa tan rápido como pude; llevaba el morral y mi vestimenta deportiva, iba a caminar y ejercitarme en aquel parque con su gran lago.
Al llegar vi pocas personas, los primeros en recibirme eran los patos en busca del alimento que siempre les llevaba, disfrutaba viéndolos correr apresuradamente hacia mi por su alimento, me senté con ellos en la grama para estar cerca y hacerlos de confianza.

De repente el cielo se hizo mas claro, como si el sol estuviera mas cerca de la tierra, para mi fue un bello regalo de la naturaleza, a penas mirando surgió de inmediato una lluvia de hojas amarillas que lleno mi cuerpo, la grama, a los patos y algunas cayeron al lago.
Maravilla por ese esplendor alce la vista al campo galáctico y la sonrisa se presentó de inmediato, eran las guacamayas que en su alborotar desprendían las hojas del araguaney hasta esparcirlas por el aire como plumitas de aves y en algarabía habían separado ramas, lo que dejaba ver la entrada del sol.

Que extraordinaria mañana, entre verdes, blancos y amarillos llenaba mi vida de juventud, amor e infinito placer.

Hace un año que no voy, ahora vivo en la ciudad alemana de Jena, rodeada de montañas, acantilados y bosques todo hermoso, pero nunca veo un araguaney y mucho menos las guacamayas

Matices

Sus labios carmesí,
cabellos plateados,
miraban el horizonte gris,
y desde la ventana azul
yo la contemplaba

El anillo de oro

Con gran entusiasmo , disciplina y dedicación, Anita fue guardando en una caja de madera parte de su sueldo; era para comprarse un anillo de oro como homenaje a su primer trabajo de analista de Seguros.
El anillo estilo graduació donde haría grabar sus iniciales ALB.

Una vez completo sus ahorros lo compró, lo usaría por siempre como símbolo de su esfuerzo. Así fue, su anillo lucía en el dedo anular de su mano derecha siempre.

Pero un día, despertó y luego de su arreglo personal fue a buscar su anillo y no lo encontró, reviso, escudriño y nada, por ningún lado estaba su trofeo de oro que usaba en el dedo anular.

Pasaban los días y era infructuosa la búsqueda, casi decepcionada y triste cada día, por no lograr encontrar su anillo, hasta aquella noche que tuvo un sueño revelador.
Sonó que estaba debajo del agitador de la lavadora; se levanto y dirigió al lavandero, saco el agitador y allí estaba su anillo de oro.
Maravillada por el sueño revelador guardo silencio y comenzó a usar nuevamente su anillo que decidió llamarlo mágico.