sábado, 7 de junio de 2014

Vehemencia fugaz en el subterráneo

Son las 6y30 de la mañana, corre a tomar el Metro en la estación más cercana a su zona; Plaza Sucre, debe estar en Parque Carabobo a las siete, a esa hora se inician las clases del postgrado en Ciencia Económicas que está realizando, más por enfrentar a una de las Autoridades Rectorales que por conocimiento o escalafón.

Llega a la estación y lo aborda a tiempo, ubicándose en la salida correspondiente a su destino, allí sujeta al pasamanos nadie la mueve, nadie  la separa de esa puerta de salida, se inicia el recorrido, en la siguiente estación por esa misma puerta donde esta enganchada, abordan muchos el transporte subterráneo pero solo uno de ellos decide permanecer también atado a esa salida, un joven blanco de bella mirada y seriedad desafiante, la mira, se miran, se aferran al pasamanos, sigue el recorrido y tal parece que ellos decidieron permanecer sometidos el uno frente del otro, sujetados a esa puerta de salida, así van, continúan el trayecto mirándose en actitud  como retándose entre ellos; no me moveré parece decir él y ella, yo estaba antes que tú en esta puerta.
Pero esa actitud amenazante que comienza a retarlos sin proponérselos, cambia, cuando en la próxima estación aborda muchos pasajeros el subterráneo y uno en particular un joven alto moreno, de modales agradables, le dice a ella: mi amor un permiso, ella se ubica de lado sin soltar el pasamanos, da el permiso y el moreno entra, pero para asombro de ella y del joven blanco el moreno se ubica detrás de ella.
La multitud, el reto por no separarse de la puerta, la concupiscencia  interna entre los dos uno frente al otro se va transformando en un entusiasmos, en una suerte de deseos entre los dos, que preocupo al joven blanco cuando vio a un rival que deseaba participar en aquella pasión que era solo de los dos.

Fueron tres las estaciones, el fuego recorría tres cuerpos, el de una mujer y dos hombre;  uno la miraba y el otro casi acariciaba sus cabellos, su cuello y susurraba a sus oídos palabras eróticas que imploraban la necesidad de un beso, la multitud les era invisible a sus ojos, era un desierto aquel vagón ante los terribles deseos de los tres. El joven blanco amenazante con actitud celosa reclamaba su derecho a ser único en ese frenesí, pero ella compartía con el moreno sin fuerzas para negarse, a ser acariciada por toda su espalda.

Llega al destino final, se abre la puerta sale ella con toda la rapidez a su destino, el moreno suspira, el blanco se aparta reclama y desprecia, ella pierde de vista a los dos, sale a la calle, entra a la institución se inicia la clase.

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