Son las 6y30
de la mañana, corre a tomar el Metro en la estación más cercana a su zona;
Plaza Sucre, debe estar en Parque Carabobo a las siete, a esa hora se inician
las clases del postgrado en Ciencia Económicas que está realizando, más por
enfrentar a una de las Autoridades Rectorales que por conocimiento o escalafón.
Llega a la
estación y lo aborda a tiempo, ubicándose en la salida correspondiente a su
destino, allí sujeta al pasamanos nadie la mueve, nadie la separa de esa puerta de salida, se inicia
el recorrido, en la siguiente estación por esa misma puerta donde esta
enganchada, abordan muchos el transporte subterráneo pero solo uno de ellos
decide permanecer también atado a esa salida, un joven blanco de bella mirada y
seriedad desafiante, la mira, se miran, se aferran al pasamanos, sigue el
recorrido y tal parece que ellos decidieron permanecer sometidos el uno frente
del otro, sujetados a esa puerta de salida, así van, continúan el trayecto
mirándose en actitud como retándose entre ellos; no me moveré parece decir él y ella, yo estaba antes que tú en esta
puerta.
Pero esa
actitud amenazante que comienza a retarlos sin proponérselos, cambia, cuando en
la próxima estación aborda muchos pasajeros el subterráneo y uno en particular
un joven alto moreno, de modales agradables, le dice a ella: mi amor un
permiso, ella se ubica de lado sin soltar el pasamanos, da el permiso y el
moreno entra, pero para asombro de ella y del joven blanco el moreno se ubica
detrás de ella.
La multitud,
el reto por no separarse de la puerta, la concupiscencia interna entre los dos uno frente al otro se
va transformando en un entusiasmos, en una suerte de deseos entre los dos, que preocupo al joven
blanco cuando vio a un rival que deseaba participar en aquella pasión que era solo
de los dos.
Fueron tres
las estaciones, el fuego recorría tres cuerpos, el de una mujer y dos
hombre; uno la miraba y el otro casi
acariciaba sus cabellos, su cuello y susurraba a sus oídos palabras eróticas que
imploraban la necesidad de un beso, la multitud les era invisible a sus ojos,
era un desierto aquel vagón ante los terribles deseos de los tres. El joven
blanco amenazante con actitud celosa reclamaba su derecho a ser único en ese
frenesí, pero ella compartía con el moreno sin fuerzas para negarse, a ser
acariciada por toda su espalda.
Llega al
destino final, se abre la puerta sale ella con toda la rapidez a su destino, el
moreno suspira, el blanco se aparta reclama y desprecia, ella pierde de vista a los dos, sale a la
calle, entra a la institución se inicia la clase.
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