jueves, 13 de julio de 2017

Trussardi

El vuelo se retraso como 2 horas, cuando al fin llegue, el esperaba angustiado, claro era nuestra primera cita, yo venia desde Panamá y el de París, su angustia ante mi retraso le impidió abrazarme, mientras que yo estaba muy tranquila y feliz de haber llegado.

Nos fuimos directo al hotel de lujo de aquella isla caribeña mitad francesa y la otra holandesa, en la inmensa habitación fue desempacando uno a uno los regalos que traía para mi, algunos todavía los conservó intactos; eran revistas de modas de Francia, carteras, estuches para maquillajes, uñas, pendientes, libros y un perfume italiano llamado Trussardi.

Yo tenia 36 años y el 61, pretender a una mujer tan joven le hacia sentirse dueño de una parte importante de las cosas que se quieren alcanzar en la vida, para mi tener por vez primera, un hombre que me hiciera sentir la princesa de aquellos cuentos que leía en mi infancia, pero con un príncipe casi padre.

Fueron 7 días entre palmeras, cocoteros, bebidas caribeñas, paseos en yates, exquisita gastronomía, múltiples orgasmos cuyos gritos se expandían por los pasillos del piso 3 donde estaba nuestra habitación, besos de gran pasión otoñal y hasta consejos de vivencias mundanas.
Nuestra despedida feliz con promesa de un retorno inmediato, solo que razones ideológicas nos separaron; fascismo contra comunismo, aquella fue una fascinación mientras no se hablo de ideologías, era un mundo perfecto.
Ahora tengo a Trussardi que solo en eventos ocasionales va en mi cuerpo y de vez en cuanto me recuerda al fascista.

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